En la madrugada del jueves, 31 de mayo de 1877, día del Corpus Christi, Adra vivió una tragedia que conmovió a la población durante largo tiempo, cuyas consecuencias fueron cuatro muertos y nueve heridos
Pasados los años, el acontecimiento quedó en la memoria popular como “el crimen de los Lirolas”, sobre el cual se han oído versiones dispares, alguna de ellas disparatada, y ninguna demasiado ajustada a la realidad. La oscuridad en que se sumió oficialmente a este caso tuvo la virtud de crear la leyenda.
Ahora intentaremos desmitificar aquellos hechos, y arrojar alguna luz sobre los mismos:
En la calle de la Estrella, en viviendas contiguas, vivían dos matrimonios formados por los hermanos gemelos Ignacio y Ramón Lirola Bogas, de 27 años de edad, hijos de Ignacio Lirola Gómez, y las hermanas Isabel y Sebastiana Lorenzo López, de 25 y 22 años respectivamente, hijas de Nicolás Lorenzo Larios.
Tanto los Lirola, como los Lorenzo, eran familias de terratenientes, en plena época del caciquismo de la reciente Restauración borbónica. Ignacio y Ramón eran unos jóvenes con la prepotencia que producen el poder y la escasa formación.
En la cercana calle del Santo Cristo (vulgarmente conocida como "Cuesta de los Telares") vivían otros jóvenes, de la misma posición socio-económica, y de no mayores virtudes que los anteriores: los hermanos José María, Rafael y Nicolás Lidueña Milán, de 28, 27 y 25 años, hijos de Nicolás Lidueña Sánchez.
Entre ambos grupos de hermanos había una antigua rivalidad (probablemente influida por diferencias políticas de sus mayores), que provocó diversas disputas y peleas a lo largo del tiempo.
Un día en que estaban Isabel y Sebastiana asomadas a un balcón de su casa, que daba a la Carrera de San Sebastián (también llamada "la Carrerilla"), acertó a pasar por allí uno de los hermanos Lidueña, quien les dijo alguna inconveniencia; la mala suerte hizo que uno de los maridos lo escuchara, y bajó a la calle, produciéndose un enfrentamiento que acabó con el Lidueña dentro de la fuente-abrevadero que había en la mencionada Carrerilla.
Esta humillación no habría de quedar impune. La ocasión de la venganza la brindaba el jolgorio de la víspera del Corpus, cuando en Adra era costumbre la celebración de bailes en las puertas y patios de muchas casas.
Los matrimonios Lirola-Lorenzo habían previsto no salir aquella noche, por no descuidar la atención de sus hijos pequeños, pero entrada la madrugada, un supuesto amigo llamó a los hermanos, apelando a su "hombría", y asegurándoles una buena noche de farra; en realidad se trataba del cebo para una emboscada.
Ignacio y Ramón se dejaron convencer, y salieron. Yendo por la calle de la Estrella, al doblar por la del Santo Cristo, y cerca de la fiesta que la familia Lidueña había organizado en la puerta de su casa, se toparon con los adversarios, que les esperaban armados con pistolas.
Dejemos que la prensa de aquellos días se encargue de continuar este relato, con la reproducción textual de un artículo publicado por La Crónica Meridional de Almería el 12 de junio de 1877, medrosa, cursi y servil, en la que no ponen los nombres de los actores del suceso, por tratarse de personas con cierta influencia social. Entre paréntesis se añaden notas que puedan completar o aclarar dicho artículo:
«En Adra, villa y puerto importante de la provincia de Almería, ha ocurrido un lamentable suceso de que ya ayer se ha ocupado la prensa, y del que vamos a dar detalles, cuya certeza garantizamos.
La víspera del Corpus por la noche, y con motivo de un baile habido en uno de los descansos o altares que se forman en las calles que la procesión ha de recorrer, se produjo una cuestión, de la que fueron principales objetos dos hermanos gemelos (Ignacio y Ramón Lirola Bogas), unidos estrechamente por los lazos del cariño y de la más absoluta solidaridad. Bien pronto sustituyeron las obras a las palabras, recibiendo uno de los hermanos gemelos (Ignacio) dos tiros producidos por un solo disparo de una pistola de dos cañones, cuyos proyectiles le hirieron en los riñones, haciéndole caer mortalmente herido; simultáneamente se hicieron algunos otros disparos, de los que resultó muerto uno de los jóvenes que bailaban (Antonio Martín Milán).
El otro gemelo (Ramón), viendo a su hermano moribundo y que le pedía que le vengara, entró ciego por la cólera en una casa en cuya puerta se hallaba el baile, y en la cual vivía una familia con quienes ambos tenían antigua enemistad (la vivienda de los hermanos Lidueña Milán, donde estos se refugiaron después de los disparos); e hiriendo a cuantos encontraba al paso, no obstante la oscuridad que voluntariamente se había producido para evitar el peligro, lucha desesperadamente, hasta caer muerto de una puñalada que le partió una arteria.
Se instruye un voluminoso proceso, rodeado hasta hoy de misterio, por no haberse podido determinar quienes sean los autores de este lamentable hecho ocurrido en medio de la mayor confusión.
Además de los dos que quedaron muertos en el acto, se sabe que hay hasta once heridos, dos de los cuales (Ignacio Lirola y Francisco Lupiáñez) acaso hayan expirado a estas horas.
Este suceso ha llenado de consternación a aquella localidad, no solo por ser personas conocidas las que en él han sido actores, sino por la índole de aquel vecindario, cuya ilustración y moralidad son proverbiales en toda la provincia.»
La instrucción del caso la inició D. Emilio Gómez Ruz, a la sazón juez municipal de Adra, quien con el tiempo llegaría a ser decano del Colegio de Abogados de Almería y presidente de la Diputación Provincial de la misma.
- Ramón Lirola Bogas , de 27 años, dejó viuda y dos hijos. Se certificó su defunción en la calle del Santo Cristo, probablemente en la propia casa de la familia Lidueña.
- Antonio Martín Milán , de 23 años, era soltero. Se certificó su defunción en la cercana calle de la Esperanza, donde vivía.
Las dos muertes anteriores ocurrieron a la una de la madrugada, según testificaron José y José María Manzano ante el señor cura, D. Carlos Prieto.
- Francisco Lupiáñez Bogas , de 35 años, murió el 21 de julio, a causa de las heridas, dejando viuda y dos hijos.
- Ignacio Lirola Bogas , de 27 años, murió el 25 de julio, a causa de las heridas, dejando viuda y tres hijos.
Los hermanos Rafael y Nicolás Lidueña Milán, autores de los disparos, se beneficiaron del manto de silencio que la prensa, y sus corresponsales en Adra, echaron sobre el caso, hasta que el 26 de noviembre de 1880 pudieron dar la noticia de que habían sido definitivamente absueltos, en segunda instancia, por la Audiencia Territorial de Granada, siendo defendidos por D. Eduardo Rodríguez Bolívar, presidente de la Diputación Provincial de Granada.
¿No hubo testimonios, ni pruebas?
Años después, en 1885, Rafael Lidueña se haría tristemente famoso al asesinar, esta vez en Dalías, al presunto seductor de su esposa, D. Diego González Góngora; en esta ocasión no le sirvieron las influencias, y fue condenado a 14 años, 8 meses y un día de prisión, convirtiéndose en el enemigo público número uno de la provincia, por ciertas irregularidades en el cumplimiento de la condena, que provocaron seria alarma social y diversas protestas populares (ver Crimen de Dalías, 1885).
Aclaración: No hay descendencia de los matrimonios Lirola-Lorenzo, ya que sus hijos murieron a temprana edad.